Pablo Neruda

Pablo Neruda jeune.

El vagabundo de Valparaíso

Valparaíso está muy cerca de Santiago y parecen separarlas solo nuestras hirsutas montañas en cuyas cimas se levantan, como obeliscos, gigantescos cactus hostiles y floridos.

Pero la verdad es que algo infinitamente indefinible separa a Valparaíso de Santiago, capital de Chile. Santiago es una ciudad prisionera, cerrada por sus muros de nieve. Valparaíso abre sus puertas al infinito mar, a los gritos de las calles, a los ojos de los niños: todo es allí diferente. En el punto más desordenado de mi juventud nos metíamos de pronto en un tren, siempre de madrugada, siempre sin haber dormido, siempre en un vagón de tercera clase, sin un centavo en los bolsillos, dirigidos por la estrella de Valparaíso. Éramos poetas o pintores de poco más o menos veinte años y entre aquellos cuatro o cinco viajeros reuníamos una valiosa carga de locura irreflexiva que quería emplearse, extenderse, estallar. Valparaíso nos llamaba con su pulso magnético.

Solo muchos años después he sentido desde otra ciudad ese mismo llamado inexplicable. Fue durante mis años de Madrid. De pronto en una cervecería, saliendo de un teatro en la noche o simplemente andando por la calle, oía la voz de Toledo que me llamaba, la muda voz de sus fantasmas, de su silencio. Y a esas altas horas, con mis amigos tan locos como los de mi juventud, nos largábamos hacia la antigua ciudadela calcinada y torcida. Otra vez visitantes sin dinero y sin ningún conocido, dormíamos ahora vestidos sobre las arenas del Tajo, bajo los puentes de piedra.

No sé por qué entre mis viajes fantasiosos a Valparaíso uno se me ha quedado grabado, impregnado por el aroma de hierbas arrancadas a la intimidad de los campos. Contaré la historia.

Íbamos a despedir a un poeta y a un pintor que tal vez viajarían a Francia en una posibilidad de tercera clase de la P.S.N.C. (Pacific Steam Navegation Company) surto en la bahía. Allí estaba el navío lleno de luces y fumándose su gruesa chimenea: no había duda de que partiría. Como entre todos no teníamos para pagar ni el hotel más ratonil, buscamos a Novoa, uno de nuestros locos favoritos del gran Valparaíso. Sabíamos que él no desteñía y su casa en los cerros estaba siempre abierta de par en par a la locura. Era tarde en la noche cuando emprendimos la marcha. No era tan simple. Subiendo y resbalando interminablemente colinas y colinas hasta el infinito en la oscuridad veíamos imperturbable la silueta de Novoa que nos guiaba. Era un hombre grandísimo, de gruesos bigotazos y barba. Los faldones de su vestimenta oscura eran como alas en las cimas desconocidas de aquella cordillera que subíamos ciegos y abrumados.

Él no dejaba de hablar. Era un santo loco a quien solo nosotros los poetas habríamos canonizado. No daba importancia a esta consagración sino a las secretas relaciones, que solo él sabía, entre la salud corporal y los dones naturales de la tierra. Era, naturalmente, un naturista. Era un vegetariano vegetal, y él, sin dejar de predicarnos mientras marchaba, con voz tonante, hacia atrás, como si fuéramos sus discípulos, avanzaba imponente, tal como un san Cristóbal de los nocturnos, solitarios suburbios.

Por fin llegamos a su casa, que resultó ser una cabaña de dos habitaciones. Una de ellas la ocupaba la cama de nuestro san Cristóbal, la otra estancia la llenaba en gran parte un inmenso sillón de mimbre, obra maestra del siglo victoriano, profusamente entrecruzado por inútiles rosetones de paja y extraños cajoncitos adosados a sus brazos.

Fui designado para ocupar el gran sillón para dormir aquella noche. Mis amigos extendieron en el suelo los diarios de la tarde y se acostaron parsimoniosamente sobre las noticias de la época. Pronto supe, por sus respiraciones y ronquidos, que ya dormían todos. A mí me era difícil dormir sentado en aquel mueble monumental. El cansancio me mantuvo insomne.

Se oía un silencio de altura, de cumbres solitarias: solo algunos ladridos de perros astrales cruzaban la noche, solo algún pitazo lejanísimo de navío que entraba o que salía me confirmaba la noche de Valparaíso.

De pronto sentí una influencia extraña y arrobadora que me invadía. Era una fragancia montañosa a pradera, a vegetaciones que habían crecido con mi infancia y que yo había olvidado en el despeñado fragor de la ciudadanía. Me sentí reconciliado con el sueño, envuelto por la tierra maternal.

Pero, de dónde podía venir aquella palpitación silvestre de la tierra? Estaba impregnándome, se apoderaba de mis sentidos un olor invasor compuesto por una purísima virginidad de aromas. En la oscuridad palpé hacia la armazón de mimbre de mi sillón colosal.

Metiendo los dedos entre sus vericuetos descubrí al tacto innumerables cajoncillos. Y en ellos, sin ver en la oscuridad, con mis manos toqué plantas secas y lisas, ramos ásperos, espinosos, redondos, hojas lanceoladas, tiernas o férreas. Todo un arsenal de la salud de nuestro anfitrión vegetariano, de una vida recogiendo malezas con sus grandes brazos de san Cristóbal abundante y andarín.

Revelado el misterio, me fue fácil dormir entre aquellas hierbas guardianas.

Hoy, en la mañana de este mes de agosto de 1973 en Isla Negra, al recordarlo, compruebo que todos mis amigos de aquella noche extraña y aromática ya se fueron a la muerte cumpliendo cada uno su trágico o tranquilo destino.

PABLO NERUDA, Confieso que he vivido, 1974.

Valparaíso. La Sebastiana, Casa de Pablo Neruda.

Antonio Machado

 

Antonio Machado Terraza del hotel de Collioure donde murió. Última foto en vida.

Juan de Mairena, I.

“Nunca, nada, nadie. Tres palabras terribles; sobre todo la última. (Nadie es la personificación de la nada). El hombre, sin embargo, se encara con ellas y acaba perdiéndoles el miedo… ¡Don Nadie! ¡Don José María Nadie! ¡El excelentísimo señor Don Nadie! Conviene que os habituéis -habla Mairena a sus discípulos- a pensar en él y a imaginarlo. Cómo ejercicio poético no se me ocurre nada mejor. Hasta mañana.”

Antonio Machado -René Descartes

Antonio Machado 1917 (Joaquín Sorolla) New York Hispanic Society of America.

Antonio Machado, Juan de Mairena I.

«Cogito, ergo sum», decía Descartes. Vosotros decid: «Existo, luego soy», por muy gedeónica que os parezca la sentencia. Y si dudáis de vuestro propio existir, apagad e idos.»

René Descartes, Discours de la méthode, IV ème partie.

«(…) et enfin, considérant que toutes les mêmes pensées que nous avons étant éveillés nous peuvent aussi venir quand nous dormons, sans qu’il y en ait aucune pour lors qui soit vraie, je me résolus de feindre que toutes les choses qui m’étoient jamais entrées en l’esprit n’étoient non plus vraies que les illusions de mes songes. Mais aussitôt après je pris garde que, pendant que je voulois ainsi penser que tout étoit faux, il falloit nécessairement que moi qui le pensois fusse quelque chose; et remarquant que cette vérité, je pense, donc je suis, étoit si ferme et si assurée, que toutes les plus extravagantes suppositions des sceptiques n’étoient pas capables de l’ébranler, je jugeai que je pouvois la recevoir sans scrupule pour le premier principe de la philosophie que je cherchois.»

Portrait de René Descartes (Frans Hals) v. 1649 Paris Louvre

John Cornford 1

J’ai acheté cette semaine chez Gibert le roman de Javier Reverte, Banderas en la niebla. J’avais lu avec interêt il y quelque temps El tiempo de los héroes (2013), qui évoquait la figure du général républicain espagnol, Juan Modesto (1906-1969). Ce nouveau roman traite des combats sur le front d’Andalousie pendant la Guerre Civile espagnole et bien sûr de la bataille de Lopera (Jaén) qui se déroula du 27 au 29 décembre 1936. Des centaines de brigadistes de la XIV Brigade Internationale moururent alors. Parmi eux se trouvaient les poètes anglais Ralph Fox (1900-1936) et John Cornford (1915-1936). Dans son épilogue, Javier Reverte nous dit que plusieurs poèmes ont été écrits en mémoire du jeune poète John Cornford, arrière-petit-fils de Charles Darwin. Il se réfère surtout à un poème de José María Valverde (1926-1996) qui aurait situé la bataille de Lopera dans la province de Cordoue et non dans celle de Jaén. Il commet lui-même une erreur puisqu’il confond José María Valverde et un poète bien plus important, José Ángel Valente (1929-2000) qui fait partie de la Génération de 1950.

John Cornford, 1936 (José Ángel Valente)

                           Only in constant action was his constant certainty found.
                           He will throw a longer shadow as time recedes.

John Cornford, veintiún años
ametrallados sobre el aire
en que han nacido estas palabras.

El corazón de los fusiles
siguió latiendo inútilmente
cuando ya nunca alcanzaría
el rastro claro tu sangre.

Esto fue en Córdoba, en diciembre
en las montañas, combatiendo.

Después cayó, como dijiste,
la noche larga sobre Europa.
Los poetas retrocedieron
a su pasión consolatoria
y aquellas horas de amistad
en un ejército del pueblo
fueron borradas con la cola
subrepticia de la tristeza
en el tumulto repentino.

Así pasó, en efecto, todo.
Los años treinta en estampida
with the unnemployed demonstrators
carring «the coffin» to the Station.
Palidecieron los retratos.
Cedió el viento y se fue el público
y cundió la desesperanza.

Otros cayeron,
Entre el humo
de las ruinas y otras cosas
no apaciguadas por el tiempo
se levanta tu cuerpo joven.
De tú a tú puedes hablarnos
John Cornford, hermano nuestro,
de tú a tú como se hablan
en la verdad los hombres vivos.

Al rehacer aquella hora
cuento despacio tus palabras.
La inteligencia aún se pasea
en tren de lujo por los versos
mientras espera que otros caigan
para sentir horror de pronto.

Mas para ti solo fue uno
el camino de la certeza.
No quisiste huir de la vida
con el disfraz del pensamiento.

Así estás igual a ti mismo
con la pasión que aquí te trajo.
Un solo acto de vida y muerte,
la fe y el verso un solo acto.
Ametrallados, no vencidos,
Veintiún años, en diciembre,
Córdoba sola, un solo acto
tu juventud y la esperanza.

Obra poética 1. Punto cero (1953-1976)

José Ángel Valente en su casa de Almería.

Pequeño vals vienés (Federico García Lorca)

Federico García Lorca Columbia University (María Antonieta Rivas y dos amigos sin identificar) Otoño de 1929.

En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas.

¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals con la boca cerrada.

Este vals, este vals, este vals,
de sí, de muerte y de coñac
que moja su cola en el mar.

Te quiero, te quiero, te quiero,
con la butaca y el libro muerto,
por el melancólico pasillo,
en el oscuro desván del lirio,
en nuestra cama de la luna
y en la danza que sueña la tortuga.

¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals de quebrada cintura.

En Viena hay cuatro espejos
donde juegan tu boca y los ecos.
Hay una muerte para piano
que pinta de azul a los muchachos.
Hay mendigos por los tejados.
Hay frescas guirnaldas de llanto.

¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals que se muere en mis brazos.

Porque te quiero, te quiero, amor mío,
en el desván donde juegan los niños,
soñando viejas luces de Hungría
por los rumores de la tarde tibia,
viendo ovejas y lirios de nieve
por el silencio oscuro de tu frente.

¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals del “Te quiero siempre”.

En Viena bailaré contigo
con un disfraz que tenga
cabeza de río.
¡Mira qué orilla tengo de jacintos!
Dejaré mi boca entre tus piernas,
mi alma en fotografías y azucenas,
y en las ondas oscuras de tu andar
quiero, amor mío, amor mío, dejar,
violín y sepulcro, las cintas del vals.

Poeta en Nueva York, 1940.

Enrique Morente y los Lagartija Nick en Omega.

https://www.youtube.com/watch?v=gqwjjgDIkfE

Antonio Machado, Juan de Mairena, 1936.

Antonio Machado (Ramón Gaya) 1937.

“La blasfemia forma parte de la religión popular. Desconfiad de un pueblo donde no se blasfema: lo popular allí es el ateísmo. Prohibir la blasfemia con leyes punitivas, más o menos severas, es envenenar el corazón del pueblo, obligándole a ser insincero en su diálogo con la divinidad. Dios, que lee en los corazones, ¿se dejará engañar? Antes perdona Él -no lo dudéis- la blasfemia proferida que aquella otra hipócritamente guardada en el fondo del alma o, más hipócritamente todavía, trocada en oración.

***

Mas no todo es folklore en la blasfemia, que decía mi maestro Abel Martín. En una facultad de Teología bien organizada es imprescindible – para los estudios del doctorado, naturalmente – una cátedra de Blasfemia, desempeñada, si fuera posible, por el mismo Demonio.

***

-Continúe usted, señor Rodríguez, desarrollando el tema”.
-En una república cristiana – habla Rodríguez, en ejercicio de oratoria – democrática y liberal, conviene otorgar al Demonio carta de naturaleza y de ciudadanía, obligarle a vivir dentro de la ley, prescribirle deberes a cambio de concederle sus derechos, sobre todo el específicamente demoniaco: el derecho a la emisión del pensamiento. Que como tal Demonio nos hable, que ponga cátedra, señores. No os asustéis. El Demonio, a última hora, no tiene razón; pero tiene razones. Hay que escucharlas todas”.

José Bergamín (1897-1987)

José Bergamín. 1964.

Amigos míos, os pido
Que escuchéis mi ultimo ruego:
El día que yo me muera
No vayáis a mi entierro.

Porque yo no iré en la caja
en la que me lleven muerto;
ni mi alma ira tampoco
siguiendo el triste cortejo.

Me echarán la tierra encima,
pero sin dejar un hueco
por donde pueda escucharse
como se ríen mis huesos.

No pondrán losa, ni nombre,
ni flores en mi recuerdo.
Sólo una cruz y su sombra
en la desnudez del suelo.

Y nadie busque mi alma
perdida en un cementerio;
porque mi alma estará
en otra parte, muy lejos.

Estará en el Purgatorio,
el Paraíso o el Infierno:
pero no estará en el sitio
donde se le pudre el cuerpo.

Después de haber vivido tantos años
lo único que comprendo
es que lo mismo da porque es lo mismo
perder el alma que perder el tiempo.

Y que perder la vida no es morirse
lo sé, porque presiento
que acabaré por encontrarme un día
conmigo mismo muerto.

Rimas.

José Bergamín est un écrivain, poète, dramaturge espagnol, né à Madrid le 30 décembre 1895 et mort à Saint-Sébastien le 28 août 1983.

Son père était un homme politique conservateur, sa mère une catholique très pratiquante. Il s’efforça, toute sa vie, de concilier catholicisme et communisme. Il disait: « Con los comunistas hasta la muerte… pero ni un paso más» « Avec les communistes jusqu’à la mort… mais pas un pas de plus»).

José Bergamin est considéré comme le principal disciple de Miguel de Unamuno, et l’un des meilleurs essayistes espagnols du XX ème siècle. Son style est particulièrement original. Ses thèmes favoris sont le Siècle d’or, la mystique, la politique et la Tauromachie.

Durant la guerre civile, il présida l’Alliance des intellectuels antifascistes. A la fin de celle-ci, il partit en exil au Mexique, au Venezuela, en Uruguay, en France. Il fut le premier éditeur de Poeta en Nueva York de Federico García Lorca au Mexique et aux Etats-Unis en 1940. En effet, le poète de Grenade lui avait confié son manuscrit en 1936, peu avant son assassinat par les Franquistes. Bergamín fut aussi toute sa vie un grand ami d’André Malraux. Il ne revint définitivement en Espagne qu’ en 1970. Ses positions se radicalisèrent encore à la fin de sa vie. Il partit vivre au Pays basque et écrivait dans Egin, un journal politiquement proche de l’ETA.

Retrato de José Bergamin 1961 (Ramón Gaya) Madrid Colección Arte Contemporáneo.

Libertad

Luis Cernuda

Luis Cernuda est né le 21 septembre 1902 à Séville. Il est mort le 5 novembre 1963 à Mexico. C’est un des grands poètes espagnols de la Génération de 1927. Partisan de la République, il s’exila en Grande-Bretagne en 1938, puis aux Etats-Unis en 1947. Il s’installa définitivement au Mexique en 1952.

En 1931, alors que l’Espagne vit un bouleversement politique sans précédent et proclame la deuxième République, Luis Cernuda écrit Los placeres prohibidos (Les plaisirs interdits) , un des chefs-d’oeuvre du surréalisme et une revendication de l’amour homosexuel, inédite dans la littérature espagnole. Alternant poèmes en prose et en vers,  le poète clame un désir qui se heurte à une réalité hostile.  Il est alors amoureux d’un jeune acteur galicien, Serafín Fernández Ferro (1914-1954), que lui a présenté Federico García Lorca en mars 1931. L’acteur, autodidacte et proche de la CNT, syndicat anarcho-syndicaliste, sera lieutenant dans l’armée républicaine. Il sera blessé pendant la Guerre civile et participera au seul film tourné par André Malraux, Espoir, sierra de Teruel, tourné en 1938-39 et sorti en France en 1945 (Prix Louis Delluc). Exilé au Mexique, il mourra tuberculeux.

Serafín Fernández Ferro ( Ramón Gaya) 1932.

http://www.rtve.es/alacarta/videos/filmoteca/sierra-teruel-1938/3918025/

Luis Cernuda connaissait parfaitement déjà à cette époque l’oeuvre surréaliste d’Aragon, Breton, Crevel et Eluard.

L’amour et l’érotisme, tels sont les thèmes qui dominent ces poèmes en vers libres ou en prose. On y retrouve l’idée essentielle de la poésie de Cernuda qui est la distance qui existe entre réalité et désir.

Si el hombre pudiera decir (Luis Cernuda )

Si el hombre pudiera decir lo que ama,
Si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
Como una nube en la luz;
Si como muros que se derrumban,
Para saludar la verdad erguida en medio,
Pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo la verdad de su amor,
La verdad de sí mismo,
Que no se llama gloria, fortuna o ambición,
Sino amor o deseo,
Yo sería aquel que imaginaba;
Aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
Proclama ante los hombres la verdad ignorada,
La verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
Cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
Alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina,
Por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
Y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
Como leños perdidos que el mar anega o levanta
Libremente, con la libertad del amor,
La única libertad que me exalta,
La única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia:
Si no te conozco, no he vivido;
Si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

13 de abril de 1931.

Los placeres prohibidos (1931).

Le vers 21 (“La única libertad que me exalta”)  semble une référence directe au premier Manifeste du surréalisme.

André Breton
«Chère imagination, ce que j’aime surtout en toi, c’est que tu ne pardonnes pas. Le seul mot de liberté est tout ce qui m’exalte encore. Je le crois propre à entretenir, indéfiniment, le vieux fanatisme humain. Il répond sans doute à ma seule aspiration légitime. Parmi tant de disgrâces dont nous héritons, il faut bien reconnaître que la plus grande liberté d’esprit nous est laissée. A nous de ne pas en mésuser gravement. Réduire à l’esclavage, quand bien même il y irait de ce qu’on appelle grossièrement le bonheur, c’est se dérober à tout ce qu’on trouve, au fond de soi, de justice suprême. La seule imagination me rend compte de ce qui peut être, et c’est assez pour lever un peu le terrible interdit; assez aussi pour que je m’abandonne à elle sans crainte de me tromper.»

Manifeste du surréalisme, 1924.

André Breton.

Ramón Chao (1935-2018)

Murió el 20 de mayo de 2018 en Barcelona, Ramón Chao, padre de Antoine y Manu Chao. Fue un gran periodista en Radio France Internationale. Recuerdo también sus magníficos artículos en la revista Triunfo que leí hasta que desapareció…Sit tibi terra levis.

Ramón Chao

Mémoire des luttes, 26 mai 2018

                                            Mon ami, mon frère Ramon Chao

Le 20 mai dernier, à l’âge de 82 ans et loin de son Villalba (Lugo) natal, s’est éteint mon ami, mon frère Ramon Chao, Galicien, rebelle, pianiste, écrivain, journaliste, séducteur, volubile, aventurier et, plus que tout, un homme d’une trempe peu commune.

Outre notre anti-franquisme, nous avions en commun la caractéristique d’être des «Galiciens de Paris», identité très singulière, et, en tant que journalistes, les seuls Espagnols qui ont dirigé de prestigieux médias français: Radio France internationale (RFI) pour lui et Le Monde diplomatique pour moi.
Ramon ne fut pas seulement un immense écrivain, infatigable et obsessionnel, qui remettait sa prose vingt fois sur le métier – lisez Le Lac de Côme–, mais aussi un journaliste exquis comme on n’en fait plus, et un intervieweur hors pair comme l’attestent ses livres exceptionnels avec deux monstres de la littérature : Juan Carlos Onetti et Alejo Carpentier. Il est inouï – et à la limite du crime éditorial – que son livre d’entretiens avec Jorge Luis Borges n’ait pas été publié.

En cinquante ans d’amitié et de complicité nous avons écrit plusieurs livres à quatre mains – parmi lesquels le Guide du Paris rebelle et l’Abécédaire partiel et partial de la mondialisation. Dans divers journaux, dont Triunfo et La Voz de Galicia, nous avons publié des chroniques entrelacées, c’est-à-dire des textes écrits par lui et signés de moi, ou vice versa. Au point que beaucoup de gens nous confondaient.

Un jour, au Mexique, je fus invité à donner une conférence. Ramon me remplaça et personne ne s’en aperçut. Une autre fois, à Bilbao, nous fîmes une conférence ensemble et, avant de commencer, les présentateurs attribuèrent ma biographie à Ramon, et la sienne à moi. Evidemment, nous ne fîmes pas de démenti… Cela nous fit rire. Un nombre incalculable de fois, j’ai été présenté comme « le père de Manu Chao» et Ramon comme «le directeur du Monde diplomatique». Notre règle était de ne jamais rectifier.

Alors que Ramon vient tout juste de nous quitter, une dame m’écrit pour me présenter ses condoléances pour «la mort de mon père, auteur de ce livre indispensable Fidel Castro, biographie à deux voix». Tout ceci me préoccupe. Par ce que j’ai en mémoire une célèbre nouvelle d’Edgar Poe, «William Wilson», dans laquelle deux amis se ressemblent tellement et s’identifient à ce point l’un à l’autre que le jour où l’un décède, celui qui reste se rend soudain compte que ce n’est pas l’autre qui est mort. C’est lui.

                                                                                                       Ignacio Ramonet

Ignacio Ramonet.

César Vallejo

Poema XXIII

Tahona estuosa de aquellos mis bizcochos
pura yema infantil innumerable, madre.

Oh tus cuatro gorgas, asombrosamente
mal plañidas, madre: tus mendigos.
Las dos hermanas últimas, Miguel que ha muerto
y yo arrastrando todavía
una trenza por cada letra del abecedario.

En la sala de arriba nos repartías
de mañana, de tarde, de dual estiba,
aquellas ricas hostias de tiempo, para
que ahora nos sobrasen
cáscaras de relojes en flexión de las 24
en punto parados.

Madre, y ahora! Ahora, en cuál alvéolo
quedaría, en qué retoño capilar,
cierta migaja que hoy se me ata al cuello
y no quiere pasar. Hoy que hasta
tus puros huesos estarán harina
que no habrá en qué amasar
¡tierna dulcera de amor,
hasta en la cruda sombra, hasta en el gran molar
cuya encía late en aquel lácteo hoyuelo
que inadvertido lábrase y pulula ¡tú lo viste tánto!
en las cerradas manos recién nacidas.

Tal la tierra oirá en tu silenciar,
cómo nos van cobrando todos
el alquiler del mundo donde nos dejas
y el valor de aquel pan inacabable.
Y nos lo cobran, cuando, siendo nosotros
pequeños entonces, como tú verías,
no se lo podíamos haber arrebatado
a nadie; cuando tú nos lo diste,
¿di, mamá?

Trilce, 1922.

XXIII

Fournil ardent de mes biscuits d’antan
pur jaune enfantin innombrable, mère.

Oh tes quatre gorges, étonnamment
mal pleurés, mère: tes mendiants.
Les deux dernières sœurs, Miguel qui est mort
et moi traînant encore
une tresse sur chaque lettre de l’abécédaire.

Dans la pièce du haut, tu nous distribuais
le matin, le soir, en tas dual,
ces riches hosties du temps, pour
que maintenant nous ayons d’abondance
des coques d’horloges en flexion de 24 heures
arrêtées pile.

Mère, et maintenant! Maintenant, dans quelle alvéole
peut bien rester, dans quelle pousse capillaire,
certaine miette qui aujourd’hui se colle à mon cou
et ne veut pas passer. Aujourd’hui que même
tes seuls os sont sans doute devenus farine
et qu’il n’y aura pas de quoi pétrir,
tendre confiteuse d’amour!
même dans l’ombre crue, même sous la grande molaire
dont palpite la gencive dans cette fossette lactée
qui inaperçue se façonne et pullule, tu le savais si bien!
Sur les mains fermées nouveau-nées.

Ainsi la terre entendra dans ton silence,
comme on nous fait tous payer
le loyer du monde où tu nous laisses
et la valeur de ce pain interminable.
Et on nous le fait payer, alors que, comme nous étions
petits en ce temps-là, et tu le voyais bien,
nous ne pouvions l’avoir dérobé
à personne; alors que tu nous l’avais donné,
dis, maman.

Trilce, 1922

(Traduction: Nicole Réda-Euvremer)

Lima, Universidad Nacional de San Marcos. Monumento a César Vallejo.

César Vallejo Mendoza est né à Santiago de Chuco dans le nord du Pérou le 16 mars 1892 et est mort à Paris le 15 avril 1938. C’est une figure essentielle de la poésie hispano-américaine du XX ème siècle. Son père s’appelait Francisco de Paula Vallejo Benítez;  Sa mère,  María de los Santos Mendoza Gurrionero. Ses grands-pères étaient d’origine espagnole et prêtres, ses grands-mères indiennes. Sa mère était née le 1 novembre 1850. Elle se maria à 17 ans en 1867 et eut 12 enfants. Elle avait déjà 42 ans quand naquit César, le douzième, le tardillon. Elle faillit mourir en lui donnant la vie. Ses parents auraient voulu qu’il soit prêtre. César Vallejo perdit son frère le plus proche, Miguel, le 22 août 1915 et sa mère le 8 août 1918. Ce poème, tiré du recueil Trilce,  fut écrit en 1919.

La mère est ici une présence essentielle comme dans toutes les cultures andines. C’est la mère nourricière. Elle fait et répartit le pain sacré. C’est le centre du foyer, de la famille. L’enfance pour Vallejo est le paradis perdu. L’âge adulte correspond à la peine, la douleur, l’exil. Le poète est devenu orphelin. Il éprouve l’absence et le vide. Il se sent à la fois innocent et coupable. Le don que sa mère lui a fait devient une dette éternelle. Même décédée, elle reste pourtant présente, à jamais. Il dialogue avec elle au-delà de la mort.