Jorge Luis Borges

Poème souvent étudié en cours. La traduction de Roger Caillois, relue aujourd’hui, me paraît bien décevante. Federico Calle Jorda dans un article de la revue En attendant Nadeau publié affirme même: “Il faut retraduire Borges”

https://www.en-attendant-nadeau.fr/2019/12/09/il-faut-retraduire-borges/

La lluvia
Bruscamente la tarde se ha aclarado
Porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
que sin duda sucede en el pasado.

Quien la oye caer ha recobrado
el tiempo en que la suerte venturosa
le reveló una flor llamada rosa
y el curioso color del colorado.

Esta lluvia que ciega los cristales
alegrará en perdidos arrabales
las negras uvas de una parra en cierto

patio que ya no existe. La mojada
tarde me trae la voz, la voz deseada,
de mi padre que vuelve y que no ha muerto.
El Hacedor. 1960.

La pluie
Soudain l’après-midi s’est éclairé
Car voici que tombe la pluie minutieuse
Tombe ou tomba. La pluie est chose
Qui certainement a lieu dans le passé.

À qui l’entend tomber est rendu
Le temps où l’heureuse fortune
Lui révéla la fleur appelée rose
Et cette étrange et parfaite couleur.

Cette pluie, qui aveugle les vitres
Réjouira en des faubourgs perdus
Les grappes noires d’une treille en une

Certaine cour qui n’existe plus. Le soir
Mouillé m’apporte la voix, la voix souhaitée
De mon père, qui revient et n’est pas mort.

L’auteur et autres textes. Traduit de l’espagnol par Roger Caillois, Gallimard, 1964.

Roger Caillois. 1962.

Jorge Luis Borges e Islandia

Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares.

Adolfo Bioy Casares, Borges, Editorial Destino, 2006.

«BORGES: Un viaje es una serie de incomodidades.
BIOY: Sí, pero son incomodidades que se transforman en buenos recuerdos. No se puede pedir nada más que buenos recuerdos.
BORGES: Es cierto. Hay que pedir un buen pasado. Lo único a que puede un hombre aspirar es a un buen pasado. No: quizá también se pueda aspirar a un buen futuro. Lo que es imposible es un buen presente. El que pide un buen presente no tiene noción de la realidad.»

Jorge Luis Borges sentía una misteriosa fascinación por Islandia. Visitó el país tres veces: en 1971, 1976 y 1982. Se casó con María Kodama bajo el culto de los dioses paganos Odin y Thor y oficialmente en abril de 1986. Falleció en Ginebra dos meses más tarde el 14 de junio de 1986. Tenía 86 años.

Cita con Maria Kodama. Entrevista (Clarín, 31/07/2016)

“–En el libro usted habla del amor que Borges sentía aunque no lo decía “hasta que me lo reveló en Islandia”. ¿Qué pasó en Islandia?
Y es aquí cuando María Kodama más se sonroja y se ríe.
–Islandia fue el principio de una relación de amor muy especial entre él y yo. Se manifiesta en Islandia porque ir allí fue la materialización de una historia que venía de antes.
–¿Hasta ese momento usted era sólo una discípula?
–No, mucho mucho antes era una discípula… Pero en términos literarios estaba muy bien que fuera en Islandia.”

Lápida de Borges. Cementerio de Plainpalais, Ginebra, Suiza.

Borges está enterrado en el cementerio de Plainpalais de Ginebra. En la lápida de su tumba aparece tallada la imagen de siete guerreros que blanden sus armas. Y, debajo, una frase en anglosajón (inglés antiguo) que pertenece a un antiguo poema que conmemora la batalla de Maldon, ocurrida en el año 991, en el que un ejército sajón debió enfrentar a una horda de vikingos. La frase es AND NE FORTHEDON NA, “y que no temieran”, parte de la arenga que el líder sajón dio a sus hombres antes de la batalla: les dijo que no temieran ante la muerte, y que tuvieran coraje.

En el reverso está también tallada una frase: “Hann tekr sverðit Gram ok leggr í meðal þeira bert”, que proviene de la Völsunga saga, una serie de relatos escrita en el siglo XIII (su padre, Jorge Guillermo Borges 1874 – 1938, se la regaló en inglés cuando era un adolescente). Significa: “Él tomó la espada Gram y la colocó entre ellos desenvainada”. Es a su vez el epígrafe de un cuento de Borges, “Ulrica“, incluido en El libro de arena (1975), único relato de amor del autor y cuyo protagonista se llama Javier Otálora. Debajo hay una talla de un barco que fue tomado de una piedra vikinga. Ese barco simboliza la eternidad y el viaje final del hombre. y bajo ésta se puede ver una tercera inscripción: «De Ulrica a Javier Otárola», lo que permite interpretar esta última inscripción como una dedicatoria de María Kodama a Jorge Luis Borges. La segunda mujer del escritor argentino encargó la talla de la lápida al escultor argentino Eduardo Longato.

Lápida de Borges. Cementerio de Plainpalais, Ginebra, Suiza.

Jorge Luis Borges

Jorge Luis Borges en Madrid en 1980 (Antonio Suárez).

A Islandia

De las regiones de la hermosa tierra
que mi carne y su sombra han fatigado
eres la más remota y la más íntima,
Última Thule, Islandia de las naves,
Del terco arado y del constante remo,
de las tendidas redes marineras,
de esa curiosa luz de tarde inmóvil
que efunde el vago cielo desde el alba
y del viento que busca los perdidos
Velámenes del viking. Tierra sacra
que fuiste la memoria de Germania
y rescataste su mitología
de una selva de hierro y de su lobo
y de la nave que los dioses temen,
labrada con las uñas de los muertos.
Islandia, te he soñado largamente
desde aquella mañana en que mi padre
le dio al niño que he sido y que no ha muerto
una versión de la Völsunga Saga
que ahora está descifrando mi penumbra
con la ayuda del lento diccionario.
Cuando el cuerpo se cansa de su hombre,
cuando el fuego declina y ya es ceniza,
bien está el resignado aprendizaje
de una empresa infinita; yo he elegido
el de tu lengua, ese latín del Norte
que abarcó las estepas y los mares
de un hemisferio y resonó en Bizancio
y en las márgenes vírgenes de América.
Sé que no lo sabré, pero me esperan
los eventuales dones de la busca,
no el fruto sabiamente inalcanzable.
Lo mismo sentirán quienes indagan
los astros o la serie de los números…
Sólo el amor, el ignorante amor, Islandia.

El oro de los tigres, 1972.

A l’Islande

De tous les pays de ce monde de beauté
que lassèrent ma chair et l’ombre de ma chair
nul n’est plus près du fond intime de mon coeur
que toi, Thulé dernière, Islande des vaisseaux,
de la constante rame et du soc obstiné,
des filets de pêcheur tendus comme des murs,
de cette étrange lumière de soir figé
qu’épand le vague ciel entre deux lentes nuits,
du vent qui cherche les voilures égarées
du Viking; terre sainte à qui la Germanie
dut sa mémoire, dut le rachat de ses mythes,
dut ta forêt de fer et son loup et la nef
faite d’ongles de morts, horrible aux dieux eux-mêmes.
Islande, j’ai rêvé de toi bien longuement
depuis ce vieux matin où mon père donna
à l’enfant que j’étais et que je suis encore
une version de la Völsunga Saga;
ma pénombre aujourd’hui s’attaque au texte même
non sans l’aide parfois du lent dictionnaire.
Un jour vient où le corps se lasse de son homme,
un jour vient où le feu décline et devient cendre;
heureux alors l’apprentissage résigné
d’une science interminable. J’ai choisi
ta langue, ce latin du Nord qui domina
les steppes et les océans d’un hémisphère,
qu’entendirent Byzance et la vierge Amérique.
Vraiment la posséder, je m’en sais incapable,
mais les dons hasardeux de la quête m’attendent;
j’en oublierai le fruit doctement défendu.
Font-ils mieux, les chercheurs d’étoiles ou de nombres?
Islande, à toi l’amour, seul l’ignorant amour.

L’or des tigres. 1976. Editions Gallimard. Mis en vers français par Ibarra.

Islandia

Qué dicha para todos los hombres,
Islandia de los mares, que existas.
Islandia de la nieve silenciosa y del agua ferviente.
Islandia de la noche que se aboveda
sobre la vigilia y el sueño.
Isla del día blanco que regresa,
joven y mortal como Baldr.
Fría rosa, isla secreta
que fuiste la memoria de Germania
y salvaste para nosotros
su apagada, enterrada mitología,
el anillo que engendra nueve anillos,
los altos lobos de la selva de hierro
que devorarán la luna y el sol,
la nave que Alguien o Algo construye
con uñas de los muertos.
Islandia de los cráteres que esperan,
y de las tranquilas majadas.
Islandia de las tardes inmóviles
y de los hombres fuertes
que son ahora marineros y barqueros y párrocos
y que ayer descubrieron un continente.
Isla de los caballos de larga crin
que engendran sobre el pasto y la lava,
isla del agua llena de monedas
y de no saciada esperanza.
Islandia de la espada y de la runa,
Islandia de la gran memoria cóncava
que no es una nostalgia.

Historia de la noche, 1977.

Islande

Quelle joie pour tous les hommes,
Islande des mers, que tu existes.
Islande de la neige silencieuse et de l’eau fervente.
Islande de la nuit comme une voûte
sur la veille et le sommeil.
Islande du jour blanc qui revient,
jeune et mortel comme Baldr.
Froide rose, île secrète
qui fus la mémoire de Germanie
et préservas pour nous
sa mythologie éteinte, enterrée,
l’anneau qui engendre neuf anneaux,
les grands loups de la forêt de fer
qui dévoreront le lune et le soleil,
la nef que Quelqu’un ou Quelque chose construit
avec des ongles de morts.
Islande des cratères qui attendent,
et des tranquilles troupeaux de brebis.
Islande des soirs immobiles
et des hommes forts
qui sont maintenant matelots et bateliers et paroissiens
et qui hier découvrirent un continent.
Islande des chevaux à longs crins
qui engendrent sur l’herbe et la lave,
île à l’eau pleine de monnaies
et à l’espoir non rassasié.
Islande de l’épée et de la rune,
Islande de la grande mémoire concave
qui n’est pas une nostalgie.

Histoire de la nuit, 1977. Mis en vers français par Ibarra. Éditions Gallimard, 1983.

Jorge Luis Borges

Jorge Luis Borges. 1921.

Gunnar Thorgilsson
(1816 – 1879)

La memoria del tiempo
está llena de espadas y de naves
y de polvo de imperios
y de rumor de hexámetros
y de altos caballos de guerra
y de clamores y de Shakespeare.
Yo quiero recordar aquel beso
con el que me besabas en Islandia.

Historia de la noche, 1977.

Gunnar Thorgilsson
(1816 – 1879)

La mémoire du temps
Est pleine d’épées et de navires
Et de poudre d’empires
Et de rumeurs d’hexamètres
Et de hauts coursiers de guerre
Et de clameurs et de Shakespeare.
Je veux me souvenir du baiser
Que tu me donnais en Islande.

Jorge Luis Borges. Histoire de la nuit, 1977. (Traduit par Silvia Baron Supervielle). Poèmes d’amour. NRF, Gallimard, 2004.

Nostalgia del presente

En aquel preciso momento el hombre se dijo:
Qué no daría yo por la dicha
de estar a tu lado en Islandia
bajo el gran día inmóvil
y de compartir el ahora
como se comparte la música
o el sabor de la fruta.
En aquel preciso momento
el hombre estaba junto a ella en Islandia.

La cifra, 1981.

Nostalgie du présent

Á cet instant précis l’homme se dit:
Que ne donnerais-je pour la joie
d’être en Islande à tes côtés
sous le grand jour immobile
et de partager le présent
comme on partage la musique
ou la saveur d’un fruit.
Á cet instant précis
l’homme était près d’elle en Islande

Le chiffre, 1981. (Traduit par Silvia Baron Supervielle). Poèmes d’amour. NRF, Gallimard, 2004.

Volcan Hekla (Islande). 1 488 m. La croyance locale voulait que ce soit l’entrée des Enfers.

Jorge Luis Borges

Jorge Luis Borges.

Nubes I

No habrá una sola cosa que no sea
una nube. Lo son las catedrales
de vasta piedra y bíblicos cristales
que el tiempo allanará. Lo es la Odisea,
que cambia como el mar. Algo hay distinto
cada vez que la abrimos. El reflejo
de tu cara ya es otro en el espejo
y el día es un dudoso laberinto.
Somos los que se van. La numerosa
nube que se deshace en el poniente
es nuestra imagen. Incesantemente
la rosa se convierte en otra rosa.
Eres nube, eres mar, eres olvido.
Eres también aquello que has perdido.

Los conjurados, 1985.

Nuages I

Pas une chose au monde qui ne soit
nuage. Nuages, les cathédrales,
pierre imposante et bibliques verrières,
qu’aplanira le temps. Nuage l’Odyssée,
mouvante, comme la mer, neuve
toujours quand nous l’ouvrons. Le reflet
de ta face est un autre, déjà, dans le miroir
et le jour, un labyrinthe impalpable.
Nous sommes ceux qui partent. Le nuage
nombreux qui s’efface au couchant
est notre nuage. Telle rose
en devient une autre, indéfiniment.
Tu es nuage, tu es mer, tu es oubli.
Tu es aussi ce que tu as perdu.

Les Conjurés, Traduction par Claude Esteban. Oeuvres complètes. Bibliothèque de la Pléiade. NRF. Tome II.

Nubes II

Por el aire andan plácidas montañas
o cordilleras trágicas de sombra
que oscurecen el día. Se las nombra
nubes. Las formas suelen ser extrañas.
Shakespeare observó una. Parecía
un dragón. Esa nube de una tarde
en su palabra resplandece y arde
y la seguimos viendo todavía.
¿Qué son las nubes? ¿Una arquitectura
del azar? Quizá Dios las necesita
para la ejecución de Su infinita
obra y son hilos de la trama oscura.
Quizá la nube sea no menos vana
que el hombre que la mira en la mañana.

Los conjurados, 1985.

Nuages II

Passent dans l’air de placides montagnes
ou de tragiques massifs d’ombres,
offusquant le jour. On les nomme nuages.
Leurs formes sont étranges,
Shakespeare en observa une, qui ressemblait
à un dragon. Ce nuage d’une soirée
étincelle dans sa parole et flambe encore
et nous ne cessons plus de le voir.
Que sont-ils ces nuages? Architecture
du hasard? Dieu, peut-être, les veut ainsi
pour que Son œuvre infinie s’accomplisse.
Ils sont le fil de quelque trame obscure.
Le nuage, peut-être, est aussi vain
que l’homme qui le voit dans le matin.

Les Conjurés, Traduction par Claude Esteban. Oeuvres complètes. Bibliothèque de la Pléiade. NRF. Tome II.

Madrid, Círculo de Bellas Artes (Antonio Palacios Ramilo). Terrasse. 1921-1926.

Fernando Aramburu

Fernando Aramburu à Dresde.

Fernando Aramburu (Saint-Sébastien, 1959), le romancier à succès de Patria (Tusquets 2016, publié en français sous le même titre chez Actes Sud en 2018, traduit par Claude Bleton) après un livre très personnel Autorretrato sin mí (Tusquets, 2018), présente dans Vetas profundas (Tusquets, 2019) 40 poèmes de grands écrivains en langue espagnole. Il s’approche d’eux sans aucune ambition universitaire et nous montre ce qu’ils représentent pour lui. Aramburu s’exprime essentiellement en prose, mais quand il était jeune il a participé dans sa ville natale basque à la fondation du groupe CLOC de Arte y Desarte, qui a édité entre 1978 et 1981 une revue.
En début de semaine, j’ai trouvé un exemplaire de son livre chez Gibert. Los justos de Jorge Luis Borges est le premier poème qu’il analyse.

Los justos

Un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.

La cifra, 1981.

Les justes

Un homme qui cultive son jardin, comme le voulait Voltaire.
Celui qui est reconnaissant que sur la terre il y ait de la musique.
Celui qui découvre avec plaisir une étymologie.
Deux employés qui dans un café du Sud jouent un silencieux jeu d’échecs.
Le céramiste qui prémédite une couleur et une forme.
Un typographe qui compose bien cette page, qui peut-être ne lui plaît pas.
Une femme et un homme qui lisent les tercets finaux d’un certain chant.
Celui qui caresse un animal endormi.
Celui qui justifie ou veut justifier un mal qu’on lui a fait.
Celui qui est reconnaissant que sur terre il y ait un Stevenson.
Celui qui préfère que les autres aient raison.
Ces personnes, qui s’ignorent, sont en train de sauver le monde.

Le Chiffre. Traduction de Claude Esteban.

Jorge Luis Borges

Jorge Luis Borges en Selinunte (Sicilia) 1984 (Ferdinando Scianna) .

Nostalgia del presente
En aquel preciso momento el hombre se dijo:
Qué no daría yo por la dicha
de estar a tu lado en Islandia
bajo el gran día inmóvil
y de compartir el ahora
como se comparte la música
o el sabor de la fruta.
En aquel preciso momento
el hombre estaba junto a ella en Islandia.

La cifra, 1981.

Nostalgie du présent
Á cet instant précis l’homme se dit:
Que ne donnerais-je pour la joie
d’être en Islande à tes côtés
sous le grand jour immobile
et de partager le présent
comme on partage la musique
ou la saveur d’un fruit.
Á cet instant précis
l’homme était près d’elle en Islande

Le chiffre, 1981.

(Traduit par Silvia Baron Supervielle)

Bahía de icebergs y, al fondo, el glaciar Vatnajokull, junto a la Highway 1.

Jorge Luis Borges

Jorge Luis Borges.

Posesión de las cosas

Sé que he perdido tantas cosas que no podria contarlas y que esas perdiciones, ahora, son lo que es mío. Sé que he perdido el amarillo y el negro y pienso en esos imposibles colores como no piensan los que ven. Mi padre ha muerto y está siempre a mi lado. Cuando quiero escandir versos de Swinburne, lo hago, me dicen, con su voz. Sólo el que ha muerto es nuestro, sólo es nuestro lo que perdimos. Ilión fue, pero Ilión perdura en el hexámetro que la plañe. Israel fue cuando era una antigua nostalgia. Todo poema, con el tiempo, es una elegía. Nuestras son las muejeres que nos dejaron, ya no sujeto a la víspera, que es zozobra, y a las alarmas y terrores de la esperanza. No hay otros paraísos que los paraísos perdidos.

Los conjurados, 1985.

Possession de l’hier

J’ai perdu tant de choses que je serais incapable d’en faire le compte, et je sais que j’ai perdu le jaune et le noir, et je pense à ces couleurs impossibles comme n’y pensent guère ceux qui voient. Mon père est mort et il continue d’exister auprès de moi. Lorsqu’il m’arrive de scander quelques vers de Swinburne, je le fais me dit-on avec sa voix. Celui-là seul qui est mort est nôtre, seul est nôtre ce que nous avons perdu. Ilion fut, mais Ilion perdure dans l’hexamètre qui la pleure. Israël fut lorsqu’il était une antique nostalgie. Tout poème, avec le temps, devient une élégie. Nôtres sont les femmes qui nous ont laissés, étrangers enfin à l’attente, qui est angoisse, et aux alarmes et aux terreurs de l’espérance. Il n’y a d’autres paradis que les paradis perdus.

Les conjurés, 1985.
Bibliothèque de la Pléiade, tome II, page 945, trad. Claude Esteban.

Susana Soca (1906-1959) II

Susana Soca (Valentine Hugo).

Susana Soca (Jorge Luis Borges)

Con lento amor miraba los dispersos
colores de la tarde. Le placía
perderse en la compleja melodía
o en la curiosa vida de los versos.

No el rojo elemental sino los grises
hilaron su destino delicado,
hecho a discriminar y ejercitado
en la vacilación y en los matices.

Sin atreverse a hollar este perplejo
laberinto, atisbaba desde afuera
las formas, el tumulto y la carrera,

como aquella otra dama del espejo.
Dioses que moran más allá del ruego
la abandonaron a ese tigre, el Fuego.

Homenaje a Susana Soca. Entregas de La Licorne, nº 16, 1961.

Susana Soca

Se perdre au fil de la complexe mélodie
Lui plut; et du poème, univers curieux.
Avec un lent amour, elle suivait des yeux
L’aventure parfois du soir qui s’incendie.

On lui connut de délicates passions:
La limite, le choix différé, le scrupule.
Non le rouge foncier, mais le gris qui module
Tissait sa vie experte en hésitations.

Elle suivait de loin, sans désir et sans crainte,
Les formes du présent, la course, le fracas;
Telle la dame au fond de son miroir, ses pas

Jamais n’entrèrent au perplexe labyrinthe,
Un dieu la dévora que nul ne prie – un dieu
Qu’on pourrait nommer Tigre et qui se nomme Feu.

Oeuvre poétique 1925-1965. Éditions Gallimard, 1970. Mis en vers français par Ibarra.

Emil Cioran, Exercices d’admiration, “Elle n’était pas d’ici”, Pages 199 et 200, Editions Gallimard, Collection ARCADES, mais aussi Entregas de la licorne, N 16, 1961

“Je ne l’ai rencontrée que deux fois. C’est peu. Mais l’extraordinaire ne se mesure pas en termes de temps. Je fus conquis d’emblée par son air d’absence et de dépaysement, ses chuchotements (elle ne parlait pas), ses gestes mal assurés, ses regards, qui n’adhéraient aux êtres ni aux choses, son allure de spectre adorable. « Qui êtes-vous? D’où venez-vous? » était la question qu’on avait envie de lui poser à brûle-pourpoint. Elle n’eût pu y répondre, tant elle se confondait avec son mystère ou répugnait à le trahir. Personne ne saura jamais comment elle s’arrangeait pour respirer, par quel égarement elle cédait aux prestiges du souffle, ni ce qu’elle cherchait parmi nous. Ce qui est certain c’est qu’elle n’était pas d’ici, et qu’elle ne partageait notre déchéance que par politesse ou par quelque curiosité morbide. Seuls les anges et les incurables peuvent respirer un sentiment analogue à celui qu’on éprouvait en sa présence. Fascination, malaise surnaturel!

A l’instant même où je la vis, je devins amoureux de sa timidité, une timidité unique, inoubliable, qui lui prêtait l’apparence d’une vestale épuisée au service d’un dieu clandestin ou alors d’une mystique ravagée par la nostalgie ou l’abus de l’extase, à jamais inapte à réintégrer les évidences!

Accablée de biens, comblée selon le monde, elle paraissait néanmoins destituée de tout, au seuil d’une mendicité idéale, vouée à murmurer son dénuement au sein de l’imperceptible. Au reste, que pouvait-elle posséder et proférer, quand le silence lui tenait lieu d’âme et la perplexité d’univers? Et n’évoquait-elle pas ces créatures de la lumière lunaire dont parle Rozanov? Plus on songeait à elle, moins on était enclin à la considérer selon les goûts et les vues du temps. Un genre inactuel de malédiction pesait sur elle. Par bonheur, son charme même s’inscrivait dans le révolu. Elle aurait dû naître ailleurs, et à une autre époque, au milieu des landes de Haworth, dans le brouillard et la désolation, aux côtés des sœurs Brontë…

Qui sait déchiffrer les visages lisait aisément dans le sien qu’elle n’était pas condamnée à durer, que le cauchemar des années lui serait épargné. Vivante, elle semblait si peu complice de la vie, qu’on ne pouvait la regarder sans penser qu’on ne la reverrait jamais. L’adieu était le signe et la loi de sa nature, l’éclat de sa prédestination, la marque de son passage sur terre ; aussi le portait-elle comme un nimbe, non point par indiscrétion, mais par solidarité avec l’invisible.”

Recuerdo para Susana Soca (Juan Carlos Onetti)
“En un principio era un fantasma lejano —los hay demasiado próximos— que gastaba sus millones en París dándose el gusto de editar una revista llamada La Licorne en la que colaboraron los más destacados escritores, en aquella época, de Francia.
Cuando la horda teutona se puso en movimiento, Susana —como la primera persona de la chanson— tenía dos amores: su país y París. Eligió el último porque era el que más la necesitaba en aquellos años. De manera que se sumergió en el maquis. Es fácil imaginarla, diminuta, torcida en su bicicleta, recorriendo Francia, llevando y trayendo mensajes, bordeando el precipicio de la muerte. Terminada la guerra, Susana volvió a Montevideo con algún centenar de recuerdos que no podía suprimir y docenas de poemas que no quiso publicar. Y trajo también su idea fija: La Licorne.
No conocía a Susana Soca sino algunos poemas sueltos, en español o francés, que me produjeron más respeto que admiración. Y el deseo de saber más de ella.
Es natural en los provincianos un afán indudable por la clasificación veloz y definitiva. Por eso escuché en Madrid, de boca de un turista:
—¿Susana Soca? Claro. Era una esnob millonaria que compró un palacio en la calle San José y lo convirtió en museo.
Mucho y muy inteligente se ha escrito sobre los esnobs. Pertenecen a todas las categorías sociales. La palabra me hace recordar una definición de Benavente sobre la cursilería: quiero y no puedo. Porque el “museo” de Susana estaba hecho con obras maestras, de esas que contribuyen a creer que la vida no es tan mala, al fin y al cabo. Susana sufría, sufrió durante toda su vida. Pero me atrevo a suponer que mirar diariamente un Picasso, un Cézanne, un Modigliani ayuda a vivir y seguir viviendo. El arte justifica la vida, espectáculo, lectura o creación.
Ya instalada en su museo y con La Licorne a cuestas e impresa en español, Susana siguió luchando por la supervivencia de la revista, a pesar de las vallas presumibles.
Así, un día, le pidió al director de la revista – Guido Castillo – que me extrajera un cuento y fijara el precio. Por entonces yo también estaba influido por el ambiente “antilicorne”. De modo que pedí un precio increíble para aquellos tiempos y me tomé la mezquina venganza de colocarle un título casi tan largo como una página.
Susana pagó agregando su lamento por no ofrecerme más, ya que la revista mostraba un déficit implacable y previsto. El cuento fue publicado sin mutilar el título. Y hasta logré encontrarme con personas que me dijeron que se trataba de mi mejor relato, nombre incluido.
Unos meses después, convencida no sé por quién de que lo de cuentista no quitaba la buena educación, Susana Soca me invitó a una reunión en su casa. Me acerqué con timidez media hora antes a una esquina de café en la manzana de la residencia de Susana y estuve presenciando la descarga de comestibles y botellas que se hacía desde una camioneta, propiedad de la mejor confitería que teníamos entonces en Montevideo.
Yo estaba muy bien trajeado para la ocasión. Pero, en los llamados días laborales, también actuaba como un esnob al revés. Tenía camisas de hilo de Irlanda, zapatos hechos a medida, una serie de corbatas cuyo origen había olvidado. Pero me vestía y ambulaba con una tricota gastada, pantalones viejos, alpargatas barbudas.
Era la hora, terminé de envidiar y toqué el timbre. Un mayordomo,claro. Después, demasiada gente, demasiadas voces. Algún amigo o conocido con el que pude apartarme y remover los lugares comunes que parecen constituir el suelo de los hombres de letras. De pronto surgió Susana Soca para saludarme. Era pequeña, nerviosa, más hecha que yo para habitar un mundo de silencio. Recordaba una frase de Anatole France: “Tenemos que vivir y eso es una cosa muy difícil”. Sigo viendo sus hermosos ojos, siempre intimidados, su cuerpo frágil, apenas tembloroso, tan parecido al de un pájaro, armado para huir. Parecía estar en eterna actitud de pedir perdón por algún pecado inexistente.
Creo que esto se expresa mejor en el poema La demente que publicamos.
Luego todo continuó como cualquier reunión o fiesta, hasta que la mezcla de intelectuales y semiaristócratas juzgó que era prudente marcharse. Pero una pausa: en un momento tal vez calculado, Susana se acercaba sonriente: —Mi madre quiere saludarlos.
Entonces peregrinamos hasta una habitación lejana y nos era dado ver a la gran hechicera sentada en un sillón, entre almohadones dispersos, inmóvil y desconfiada, con ojos incongruentemente policiales. Iba extendiendo la mano seca y enjoyada mientras Susana recitaba nombres. Para mí se trataba de un trasplantado Saint-Germain y yo era Marcelo en el mundo de los Guermantes.
Terminada la ceremonia todo seguía igual; no para mí que había aumentado mi odio por la anciana. Porque sabía que su misión en la tierra era estropear todo posible destino de felicidad a Susana, dominarla, exigir que rogara su visto bueno antes de que la hija tomara cualquier resolución.
* * *
Una noche, después del besamanos y la bebida, quedamos solos Castillo y yo como resaca de la fiesta. Estábamos en el desordenado escritorio donde ella trabajaba y leía.
Uno de los muros de la biblioteca daba a un jardín lleno de perros enfurecidos e invisibles que reprochaban nuestra presencia. No queríamos irnos sin despedirnos de Susana. Pero los minutos pasaban entre frases tediosas y Susana no aparecía. De pronto y sin ruido se materializó en una puerta, con un abrigo oscuro y lista para marcharse. Balbuceando, encogida y temerosa. Nos dijo: —Recibí un mensaje y tengo que salir. Pero ustedes pueden quedarse. Les dejo una botella. Revuelvan donde quieran y si algún libro les gusta… No tienen que llamar; el portón queda abierto.
Aparte de vicios menores, Castillo era bibliómano; de modo que, revolviendo libracos, encontró muchos motivos de asombro y alegría. Por mi parte, pretextando novelas que nunca iba a escribir me dediqué a revolver escritorios y secrétaires. Y esta indelicadeza fue pronto y bien recompensada. Entre poemas y proyectos descubrí una carta de Pasternak a Susana. Estaba escrita en un francés casi peor que el mío,con grandes letras retintas y una grafía exótica.
Susana había hecho un viaje a Moscú para conversar con Pasternak, a quien admiraba mucho y dedicó un hermoso poema. La carta era muy anterior al premio Nobel y al vergonzoso escándalo y a las doscientas ediciones piratas de Doctor Zhivago que surgieron en español. Todas espantosas.
En aquella carta Pasternak le explicaba a Susana por qué no habían podido encontrarse: sus relaciones con la asociación oficial de escritores rusos patentados ya no eran buenas. Así que Susana fue despistada: un día Pasternak estaba en su dacha, al siguiente en Siberia, al otro internado por hidrofobia en un castillo de los Cárpatos.
En otro tono, claro, el poeta explicaba con dulzura la razón de los desencuentros y autorizaba a Susana a publicar en Uruguay o Francia (primera edición en todo el mundo) la novela hoy famosa. Pero, siempre en mi labor de comisario, encontré otra carta. Era de una hermana del escritor y le suplicaba abandonar el proyecto porque su realización significaría la muerte civil de Pasternak en la U.R.S.S. o, simplemente, la muerte a la que todos podemos aspirar y que lograremos comportándonos con bondad y obediencia.
Por eso Zhivago permaneció enrejado tantos años. Y aunque no se crea, hablamos aún de Susana Soca, que prefirió archivar los originales de la obra.
Hay escritores que sufren mucho para dar remate a sus obras. Otros padecen del principio al fin y también sus lectores. El final de Susana Soca tiene cierta afinidad con su persona. Había ido a Francia, libre ahora de autodenominadas razas superiores, para pedir un sencillo milagro a Nuestra Señora de Lourdes. No se trataba directamente de ella sino de una persona enferma y querida.
De vuelta en París, se encontró con una vieja amiga que tenía un pasaje de regreso a Montevideo para el día miércoles en un avión alemán; el de Susana era para el jueves, en avión norteamericano. Susana fue impulsada al juego misterioso que todos jugamos, sin saberlo y tal vez en este preciso momento. Rogó y obtuvo el cambio de pasajes para llegar a su destino veinticuatro horas antes. Llegó a la costa de Brasil, donde el aparato aterrizó entre agua y tierra para terminar incendiado.
Cuando se confirmó la muerte —el cambio de pasajes había provocado confusiones y esperanzas— mucha gente rezó por su alma; otra prefirió comprar una botella y seleccionar blasfemias polvorientas. Hay testigos.
Tal vez por todo esto uno de mis mejores amigos le dedicó un libro con estas palabras: Para Susana Soca: Por ser la más desnuda forma de la piedad que he conocido; por su talento.

Mundo Hispánico, nº 333, Madrid, diciembre de 1975.

Juan Carlos Onetti.

Jorge Luis Borges

Jorge Luis Borges (Alicia Damico).

Las cosas ( Jorge Luis Borges )

El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, las tardías
Notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,
un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde
una ilusoria aurora. ¡cuántas cosas,
láminas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,
ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.

Antología poética 1923-1977, 1981.

Les choses (Traduction Nestor Ibarra)

La canne, le stylo, la rame de papier,
La clef docile, le portefeuille, les vieilles
Notes que ne reliront pas le peu de veilles
Qui me restent, le jeu de cartes, l’échiquier,
Un vieux livre où se fripe au cœur de Millevoye
La violette, monument exténué
D’un soir inoubliable assez vite oublié,
La glace occidentale où rutile et flamboie
Une illusoire aurore… Ô combien, ô combien
De choses, atlas, clous, tasses, limes, lunettes,
Portes, nous servant en esclaves et sans rien
Dire ni voir, toujours étrangement discrètes !
Elles vont persister au-delà des oublis ;
Elles ne sauront pas que nous sommes partis.

Eloge de l’ombre 1967-1969  in L’or des tigres 1976. Poésie Gallimard n°411. 2005. Mis en vers français par Nestor Ibarra.

Cette mise en vers français de Nestor Ibarra me laisse perplexe. L’évocation du poète Charles-Louis Millevoye (1782-1816) me paraît pour le moins curieuse.

Millevoye est né en 1782 à Abbeville, France. Durant son enfance, sa fragilité extrême inquiète ses parents qui l’entourent particulièrement. Si son état de santé n’est pas aussi stable que celui des autres garçons de son âge, il développe très rapidement ses facultés intellectuelles et dépasse ses condisciples. Sous l’influence de son professeur Collenot, il se consacre très tôt à la littérature.

Il tombe amoureux d’une jeune fille dont le père ne veut pas qu’elle l’épouse. Il « aimait mieux voir sa fille morte que femme d’un homme de lettres. »  Désespérée, elle tombe malade et meurt peu de temps après. Millevoye ne s’est jamais remis de cette mort qui apparaît dans un certain nombre de ses poèmes regroupés sous le titre d’Élégies.

De son vivant, ses œuvres sont couronnées par plusieurs prix et distinctions dont le Grand Prix des Jeux Floraux décerné par l’Académie de Toulouse pour son poème le plus célèbre, « La chute des feuilles ». En 1807, Napoléon lui commande même un poème sur ses campagnes d’Italie. Il est pensionné impérial.

Il est considéré comme un des précurseurs du romantisme français. Il meurt en 1815 à l’âge de trente-trois ans des suites d’une chute de cheval. La cécité l’avait empêché de retravailler ses Œuvres complètes.